Llegué a la Terapia Gestalt después de años de búsqueda. Quería conocerme mejor, profundizar en mí y dar respuesta a situaciones que me causaban daño o que no sabía cómo gestionar.

Tenía claro que necesitaba algo real, que pudiera experimentar, que fuera coherente y respetuoso, alejado de los abordajes que tratan mental o cognitivamente de cambiar a las personas o de los que vuelven y revuelven en el pasado sin ir más allá.

A nivel personal, la formación en terapia Gestalt me ofreció un camino de conciencia a través de mi propias vivencias. Pude entender cómo era mi funcionamiento, cómo el pasado no resuelto se cuela en el presente haciendo dolorosas situaciones del día a día y como gestionar esas heridas para seguir creciendo en el aquí y ahora.

A nivel profesional me aportó una manera distinta de escuchar, de acoger la experiencia personal de cada uno y un modo de comunicarme que de verdad funciona, con respeto y claridad, ayudándome cada día a expresar lo que necesito y a poner límites a lo que no quiero que entre en mi vida.

De los mentores que me han guiado en este camino, destaco su sentido de la responsabilidad, el gran compromiso que me han demostrado y el respeto absoluto en cada instante, con cada persona y a través de todos los momentos compartidos que, una formación de este tipo, son de una gran profundidad e intensidad.