El enfado es uno de los sentimientos básicos más desconocidos. Todos sabemos lo que es estar enfadado, pero ¿sabes realmente qué lo provoca?
¿El enfado es un defecto genético?
No conozco nadie al que le guste estar enfadado. A veces nos gustaría evitar estar enfadados. Recuerdo a Santiago un amigo que me preguntaba hace un par de años.
¿Por qué me enfado con mis padres? Lo que hacen conmigo es para ayudarme pero a mí me molesta. Quiero dejar de enfadarme. ¿Cómo lo hago?
Parece un claro caso de defecto de fábrica. No tenía motivo para enfadarse pero ahí estaba, con su mal rollo evitando encima discutir con sus padres, aunque le ardía la cabeza.
Tampoco conozco nadie que no se haya enfadado nunca. Si es tan desagradable el enfado. ¿Por qué nos enfadamos tanto? ¿Qué lo desencadena? ¿Se puede controlar? ¿Es sano controlarlo?
La respuesta no es sencilla, ya que hay diferentes tipos de enfado. Seguramente un día has llegado a casa y te has dado cuenta de que estaba la comida sin hacer y tenías hambre y te has enfadado. ¿Por qué? Porque no tenías comida. Pero… ¿qué hay en ti que eso provoca el enfado?
Una emoción que evitas aunque tiene mucho que enseñarte
Si llegas a casa con hambre, el enfado seguro que es por la necesidad que tienes. En cierta manera te sientes mal y estás relativamente desequilibrado/a por ese ansia de comer. En ese caso no se trata de que lo veas en positivo y pienses que ya se arreglará. El hambre físico te genera ese mal humor… y tiene bastante sentido, ya que sentirte mal te ayudará a priorizar el hambre sobre otras necesidades secundarias como llamar a un amigo, limpiar el baño o ponerte a planchar.
En ese caso tiene la función clara de hacerte prestar atención a lo importante. Tú puedes querer mentalmente prestar atención a otra cosa pero tu genética te está protegiendo. Es como si tu cuerpo te estuviera gritando:
Come de una vez, que por mucho que pienses que el móvil tiene algo más importante que atender, no hay nada tan importante como yo. Sin mí no puede hacer nada.
Le haces caso y parece que te sometes a tu cuerpo. Es como rendirte a tu carne cuando tu alma te pide otra cosa. ¿Qué pasaría si de forma crónica o repetitiva no le hicieras caso?
Hay enfados imprescindibles
De pequeño se metieron mucho conmigo. Mucho. Entonces no existía el «bullying», no se llamaba de ningún modo, simplemente me pegaban, aunque por supuesto que era acoso escolar. Mi enfado explotaba siempre en casa de mis padres que me decían una y otra vez. ¿Te pasa algo en el colegio que te portas tan mal en casa? Yo lo negaba. En realidad no era consciente de que me pasase nada. Era lo normal. Pero mis enfados, rabietas con la comida y otras reacciones del estilo eran un síntoma de mi enfado… ¡el que no me atrevía a sacar en el colegio!
A día de hoy me parecería muy difícil que alguien me volviese a tratar así y yo lo permitiera. Gracias a aquella experiencia tan dolorosa he aprendido a poner límites, a no consentir malos tratos (incluso de aquellas personas que se hacen la víctima cuando en realidad son ellas las que están maltratando a otras), a tomar las riendas de mi vida. Lo conseguí cuando aprendí cómo desbloquear ese enfado imprescindible que yo tenía, que me quería poner a salvo y que yo tenía maniatado después de años.
Hay enfados manipuladores
Sé que hay mucha gente que dice que los niños no manipulan. Efectivamente un niño de 3 a 6 meses no llora para manipular a sus padres… sino para pedirles atención. No tiene vocabulario, pero tiene una necesidad básica que es que le cojan en brazos. Tanto es así que algunos niños se pueden llegar a morir de marasmo que es una enfermedad que les ocurría a los niños que estaban en los hospicios por falta de contacto físico. No es la edad de manipular.
Pero sí hay bastantes veces que los padres acaban diciendo que sí cuando quieren decir no por evitar que su hijo siga gritando, para que no le oigan los vecinos, para que los abuelos no les critiquen o para no montar el escándalo en el supermercado. ¿No lo habéis visto nunca?
En esos momentos es cuando les enseñamos a los niños a manipular. Es como si les dijéramos:
Hijo, hija, si gritas lo suficiente cuando yo no te dé o te compre lo que tienes, al final cederé.
Y ellos lo aprenden bastante rápido, naturalmente. Les enseñamos de qué forma pueden conseguir las cosas que les negamos. Al final eso se convierte en un enfado manipulador: una actuación, una obra de teatro que ejecutan cada vez más eficazmente. Y cuando los adultos vemos a los niños sufriendo y no queremos que lo pasen mal, acabamos dándoles su recompensa a tanto esfuerzo.
El asunto es que ese tipo de enfado se acaba convirtiendo en un aprendizaje para el resto de la vida. Y todos conocemos adultos que siguen haciendo eso con sus semejantes, en el trabajo, en la calle, en la familia…
Te enfadas porque tienes expectativas
Volviendo al ejemplo del principio: si llegas a casa y la comida no está preparada pero esperabas que alguien te la preparase… te enfadas ¿verdad?
Tenías que haberla hecho.
Y ahí tenemos otro enfado muy frecuente, fruto de la mala comunicación, de un hábito que se repite una y otra vez y necesitamos un profundo trabajo personal para evitar enfadarnos sin motivo, sin derecho y sin necesidad. Por eso es un hábito. Todo lo que se diga sobre este punto es poco así que lo hablaremos en un próximo artículo.
Todo esto y mucho más
Gestales abiertas, engramas, proyecciones, impasse… no son pocos los mecanismos que hay detrás de un enfado. Lo que quiero decirte para terminar son dos cosas:
- Evita huir de los enfados. Calmarte no es una solución. Tomar consciencia de lo que pasa sí. Querer «no enfadarse» no resuelve nada. Es pan para hoy y hambre para mañana. Investiga en ellos. Enfadarse no es mal. ¿Qué habría pasado con Caperucita Roja si el leñador no se hubiera enfadado?
- Deja de tragártelos si lo sueles hacer. Es una forma en la que te garantizo que te estás haciendo daño. Pero también encuentra una forma en no hagas daños a los demás, por supuesto.
Como ves, te enfadas tanto porque hay muchos mecanismos en los que está presente. En cada uno de ellos tiene un papel diferente.
Por eso si ha llegado tu momento y tus enfados son como un bucle que se repite sin control con tus hijos, con tu pareja, en tu trabajo o contigo mismo (¡los más peligrosos!), si son una bola de nieve que cada vez crece más y no sabes cómo parar… ponte en contacto con nosotros, sabemos cómo ayudarte.