¿Has escuchado de la terapia Gestalt o la conoces y te estás planteando que sería precioso ayudar a los demás como terapeuta? Estás en el sitio adecuado pero, antes de seguir avanzando lee este artículo para saber si es lo que estás buscando.
Quítale la etiqueta al terapeuta Gestalt
Si pregunto a calquier persona «¿a qué te dedicas?» me suele responder: «soy psicólogo, soy médico, soy trabajador social, soy profesor, soy maestro de yoga, soy funcionario…»
Si crees que formarte como terapeuta Gestalt es algo parecido, permíteme que te diga: no te vas a convertir en un terapeuta. Tras tu formación en el Máster de Terapia Gestalt vas a seguir siendo en primer lugar una persona. Serás consciente de la diferencia entre lo que eres y lo que haces. Vas a diferenciar entre lo que eres y a lo que te dedicas.
A menudo tenemos la idea de que un terapeuta o un psicólogo tiene superpoderes. Pesamos que está analizando todo lo que pasa a su alrededor, como si tuviera un poder especial. Sin embargo, los títulos y exámenes no hacen diferente a un profesional del resto de personas que no tienen esos títulos. Lo que hace diferente a un terapeuta es su competencia, es decir, su capacidad de utilizar lo que sabe con situaciones y personas reales.
Desarrolla las habilidades de terapeuta
En este sentido como terapeuta Gestalt vas a desarrollar la habilidad de ver más allá en la estructura de los problemas de una persona, lo mismo que un arquitecto es capaz de saber la estructura de un edificio viendo tan solo su fachada, incluso cuando es una fachada confusa.
Vas a ser capaz de ver lo obvio sin necesidad de analizarlo, capaz de comprender qué está pasando en las relaciones y emociones que tiene una persona con su entorno. Y lo vas a hacer sin ponerle etiquetas. Te vas a convertir en un espejo en el que las personas van a aprender a conocerse a sí mismas.
Para ello necesitas aprender, por tu propia experiencia y por tu formación, qué nos ocurre a las personas cuando sufrimos. No le vas a ayudar a los demás con lo que has estudiado en un libro o con lo que te ha dicho un profesor, sino a través de lo que has aprendido a través de tus experiencias.
Como terapeuta Gestalt eres un acompañante
A menudo hay muchos problemas en la vida que se enquistan: rupturas de pareja en las que hay mucho dolor y resentimiento, trato inadecuado por parte de los padres en nuestra infancia, abusos de cualquier tipo en nuestra adolescencia en el colegio o con las amistades, frustración y dolor por la muerte de personas muy queridas, desvalorización en nuestro entorno, etc…
La mayoría de esos problemas no llegan a desembocar en enfermedades o, como dicen los médicos, en patologías. Sin embargo estamos atados a esos nudos emocionales que no sabemos cómo desatar. Es como la basura que guardamos en un cuarto trastero de casa, que huele mal desde hace tiempo pero no abrimos la puerta porque no sabemos qué hacer con ella.
Como terapeuta Gestalt vas a estar para ayudar a los demás con ese cuarto trastero, mostrarles cómo abrir la puerta, que vean lo que les sirve de todo eso que guardan, ayudarles a quitar el mal olor que sale debajo de la puerta, el que hace que no esté a gusto en su propia casa y que otras personas no quieran entrar.
Ese será tu papel esencial como terapeuta Gestalt, enseñar a diferenciar entre lo que sirve y lo que no, enseñar a las personas a sacar su basura y, lo que es más importante, que se den cuenta de cómo ha acabado todo eso ahí, para no volver a acumularla.
Los requisitos del terapeuta Gestalt
¿Cuántas veces has escuchado esta expresión?
Un terapeuta no da el pez, sino que enseña a pescar.
Sin embargo cuando tienes un amigo con un problema intentas darle un consejo. Si tiene dolor de cabeza, le recomiendas una pastilla. Sin embargo, si está triste, le transmites confianza. Si está agobiado, le das calma.
En las relaciones de ayuda psicológica clásicas, cuando hay una patología, a veces el primer paso es dar apoyo, proporcionar un tratamiento, sugerir una medicación.
Sin embargo el terapeuta Gestalt no calma, ni trata, ni aconseja, ni recomienda: no da el pez, sino que… pone a la persona a trabajar con su sabiduría interior, con un autoconocimiento real, con su mundo emocional, desconectándola de sus pensamientos y mecanismos automáticos, es decir: enseña a pescar.
Tu objetivo es que las personas con las que trabajes dejen de apoyarse en los demás, en la medicación, en los consejos y sabiduría de los demás, en ti… y aprendan a apoyarse en sí mismas, en su autoconfianza, en su intuición, en sus necesidades, en sus emociones, en su cuerpo.
¿Quieres aprender esa habilidad para ti y para los demás?
La foto del artículo es de juntstiana y ha sido cedida por Foter.com