Las emociones son como un espejo que nos muestra lo que realmente nos ocurre por dentro. Gestionar las emociones consiste en mirar a ese espejo con atención.
Para gestionar las emociones necesitas ver su valor
Las emociones son el resultado de nuestra relación entre el mundo en el que vivimos y nuestro interior. Tienen una función adaptativa, de aprendizaje. Por encima de todo son las lentes a través de las cuales observamos el mundo.
Todas ellas, desde el miedo a la alegría pasando por la ira o la tristeza, son igual de válidas y necesarias. Nos conectan y nos informan sobre nosotros mismos, y prestarles la debida atención además de aprender a gestionarlas es vital para llevar una vida plena y feliz.
Reconocerlas, asumirlas, respetarlas y expresarlas sanamente (es lo que llamamos «gestionar las mociones») es complicado si no se sabe cómo. Surgen según las circunstancias que nos rodean son imprevisibles y no se pueden elegir.
Es importante saber que las emociones no sólo afectan a nuestra mente, sino también al resto de nuestro cuerpo. Cada una de ellas tiene una serie de manifestaciones: descargas de adrenalina o de otras hormonas, aumento del ritmo cardíaco, sudoración, etc… Movilizan energía para adaptarnos al medio y permitirnos sobrevivir.
¿Cómo trabaja la Gestalt con la gestión de emociones?
La Gestalt nos enseña:
- A decir “no” a través de nuestras emociones.
- A no engañarnos cuando en lugar de prestarlas atención, las sublimamos.
- A pedir ayuda cuando no podemos más o estamos hartos de ser «los fuertes» y poder con todo.
- A darnos cuenta de cómo cambia nuestro cuerpo a medida que las emociones nos inundan en determinados momentos.
- A vivirlas sin sentirnos culpables por su aparición o su expresión.
A través de un trabajo personal profundo podrás gestionar las emociones adecuadamente: identificar y comprender esas emociones. Aprenderás que no hay emociones positivas ni negativas, sino agradables y desagradables, pero todas las emociones tiene función. Esto te dará muchas pistas acerca de cómo necesitas actuar en cada momento.
Por ejemplo la ira te ayuda a poner límites, gestionar el miedo te hace ser prudente, la tristeza te ayuda a soltar, con la importancia de las cosas y el tránsito de las mismas. La alegría es la cuna de los vínculos, de la curiosidad, la diversión…
Mirar para otro lado no es gestionar tus emociones.
Aunque todas son unas maestras de vida maravillosas, desde bien pequeños hemos aprendido de nuestro entorno a acallar la mayoría de ellas: algunas emociones las negamos, las rechazamos, las evitamos. La verdad, eso es lo contrario de gestionar las emociones.
Según cada cultura y cada familia a los hombres y las mujeres se nos ha educado para gestionarlas de forma diferente: y eso es una de las principales diferencias entre hombres y mujeres.